La combi


 

Allí viene, se vea la distancia Se trata de una destartalada unidad móvil conocida en el peligroso mundo urbano de Lima como la combi".Un apresurado cobrador de pasajes me atiende vociferando: - todo Bolivar, Cuba, Arequipahuaylasmetro!. Y yo subo.

Los asientos azules muestran los recuerdos al paso que la gente dejó mientras distfrutaba placenteros momentos en sus viajes: 'Jhovan y Keka, 'Vamos boys", "Pitir", Te amo Beto' y muchos más. La movilidad luce adornada con pintorescos stickers que le brindan aquella aura inconfundible de autobús público: "Suba sola" dice una de sus osadas publicidades. Aquí todo es chévere. el cobrador, la música y el chofer".

Sarita Colonia cuelga desde el espejo retrovisor, entre el zapatito viejo de niño y el sticker de: "La mujer es como la moto, si la calientas, arranca". Justo en ese momento se acerca el cobrador diciendo: - A ver pasajes-. Sin embargo cada esquina se apura hacia la puerta para pregonar a ruta de su unidad móvil.

El cobrador es un individuo moreno de cabeza casi rapada. Digo casi porque en la zona occipital posee una frondosa mota de pelo zambo. Tiene un bigote a medio crecer y unos labios tan gruesos que parece que no le dejasen cerrar la boca por completo en ningún momento. Viste una casaca blanquiazul que dice Umbro en el pecho y unos pantalones cortos color ocre, envejecidos y ensuciados por el arduo trajin del trabajo. Tiene unas zapatillas de lona color negro y no usa medias.

Una señorita sube en la esquina, y el galante cobrador la aborda con su brazo derecho mientras con el otro cuelga del pasamanos. El espacio entre él y ella es sumamente reducido de modo que el contacto físico entre ellos es inminente. Es posible que él se haya sentido conmovido pues la mira lujuriosamente, en fin, reacciona y vuelve al ruedo para cobrar pasajes.

Durante el viaje una alegrona música tropical acompaña a los pasajeros. El sonido de los parlantes no es muy bueno, pues las frecuencias agudas están demasiado altas y el cassette se nota un poco viejo, sin embargo nuestro considerado amigo, el chofer, aumenta los decibeles de volumen para que todos podamos compartir su alegría musical y no aburrirnos en el largo trayecto.

Vamos casi a la velocidad de la luz y yo tengo que avanzar para poder bajarme. Con mucho esfuerzo y equilibrio llego hacia la parte delantera y le digo: "Bajo en Benavides". Me pide mi pasaje pero le digo que ya pagué y le muestro mi boleto, documento oficial que sustenta la legalidad de mi estadía en su movilidad. La velocidad baja bruscamente pero la combi no deja de detenerse: -¡Pie derecho, pie derocho!- me dice. Por suerte segui sus sabias indicaciones y logré bajar sano y salvo.

Allí se va, se le ve a la distancia, retirándose míentras deja su rastro plomo por el tubo de escape. "Lloras cuando me ves pasar", llego a leer en su luna trasera, y se pierde en el horizonte.