EL GUSANO

El hambre me envolvía y por suerte (de la mala) cogí un grande y jugoso mango del recipiente de frutas que estaba en la mesa.Se le veía sumamente apetitoso y su olor era tan intenso que perfumaba toda la cocina.

Cogí el cuchillo, lo pelé, corté una rebanada de la suculenta fruta y la llevé lentamente hacia mi boca. Que repugnante sería mi sorpresa al ver un asqueroso gusano delgado y blanco antes de dar la mordida. El detestable intruso se deslizaba entre un a viscosidad repulsiva que se confundía entre la de él y la del mango, lo cual hacía que mi asco creciera no solo hacia el sino también hacia todo el resto de la fruta.

Su delgado y lechoso cuerpo se retorcía orgiásticamente en la pulpa del mango como disfrutando paganamente del festín. Había robado lo que iba a ser mi alimento y me mostraba su morbosa anatomía frotándose en la fruta. Simplemente me dieron náuseas.

Desde ese día ya no como mango.